Historia de las ciudades Índice La ciudad en el mundo antiguo La ciudad en la Edad Media La ciudad en la Edad Moderna La ciudad contemporánea Cité Véase también Referencias Bibliografía adicional Enlaces externosMenú de navegaciónEsquema sobre autores y tendencias de la historiografía urbana«El tipo de ciudad en que queremos vivir está ligado al tipo de personas que queremos ser»Cambios en la morfología urbana en las ciudades industriales

Ciudades de la Edad AntiguaHistoria del urbanismo


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La (ciudad) porque si no fuera por los homoerectus no se podria tener vida y no es sólo un objeto de estudio muy importante de las ciencias sociales, sino, un problema que ha ocupado y preocupado a los hombres desde que éstos decidieron asentarse formando agrupamientos estables. Es obvio que los asentamientos humanos, aún en sus formas más simples, requieren de un mínimo de acuerdos sociales para asegurar el equilibrio del grupo, y que de la fragilidad o solidez de dichos acuerdos depende fundamentalmente la estabilidad necesaria para la convivencia adecuada. Por ello, la ciudad debe entenderse como un fenómeno vivo y permanente, íntimamente ligado a la cultura con la que comparte la característica de la complejidad, lo que invita a acometer su estudio desde múltiples puntos de vista. Se han ocupado de ella, entre otras disciplinas, la historia, la filosofía, la geografía, la [psicología], el [arte], la arquitectura, la sociología, la política, la literatura, la antropología y el [[derecho], entre otras disciplinas.


Son numerosas las definiciones que se han formulado sobre la ciudad a lo largo de la Historia, dependiendo del elemento constitutivo sobre el que se fijara la atención. Unos autores han destacado el elemento material (la pavimentación, el cierre amurallado, los equipamientos), mientras que otros han atendido a las relaciones sociales o a visiones utópico-filosóficas del fenómeno urbano.


Con carácter general, los estudiosos han venido distinguiendo las ciudades según dos criterios: las épocas en las que se han consolidado (criterio histórico) y el tipo de cultura en que éstas se han desarrollado (criterio antropológico). Desde estas perspectivas se suele distinguir entre la ciudad antigua, la ciudad medieval, la ciudad barroca o, la ciudad precolombina, la ciudad islámica, la ciudad anglosajona, la ciudad mediterránea...
Haciendo un compendio de las distintas clasificaciones que aparecen en la literatura urbanística, podemos establecer la siguiente clasificación:




Índice





  • 1 La ciudad en el mundo antiguo

    • 1.1 Sumeria


    • 1.2 Mesopotamia


    • 1.3 Egipto


    • 1.4 Grecia


    • 1.5 La ciudad romana


    • 1.6 Antigüedad Tardía



  • 2 La ciudad en la Edad Media

    • 2.1 La ciudad en la Europa cristiana medieval


    • 2.2 La ciudad islámica



  • 3 La ciudad en la Edad Moderna

    • 3.1 La ciudad renacentista


    • 3.2 La ciudad barroca


    • 3.3 La ciudad industrial


    • 3.4 Las teorías utopistas



  • 4 La ciudad contemporánea


  • 5 Cité

    • 5.1 En el período antiguo


    • 5.2 En la Edad Media


    • 5.3 Hoy día

      • 5.3.1 Sociología de la ciudad hoy: indicaciones bibliográficas




  • 6 Véase también


  • 7 Referencias


  • 8 Bibliografía adicional


  • 9 Enlaces externos




La ciudad en el mundo antiguo


Las ciudades del mundo antiguo respondían a una concepción simbólica del espacio, propia del pensamiento mágico y del pensamiento religioso. El ordenamiento del espacio debía ser coherente con la cosmogonía y la orientación astro lógica de cada cultura.


Primeras ciudades:


  • Jericó

  • Mohecen Aro

  • 'In Hazaleja


Sumeria


Se trata de “ciudades-estado”, regidas por valores de tipo religioso y militar, donde se aprecia un orden arquitectónico geométrico y una diferenciación por ciudades destacaban los grandes templos y palacios orientados hacia la salida del sol.


Ciudades Sumerias, Babilonias y Asirias:


  • Ur

  • Uruk

  • Babilonia

  • Assur

  • Isin

  • Larsa

  • Nínive


Mesopotamia


Las ciudades son pequeñas y amuralladas, tenían un trazado irregular el cual se fue haciendo reticular con el pasar del tiempo, se construían alrededor del templo, las casas tenían un patio y alrededor de éste se localizaban las habitaciones, eran casas muy cerradas debido al clima y a la defensa. Las construcciones son de barro cocido y adobe, por lo que quedan pocos restos.


Ciudades de Mesopotamia:


  • Ur

  • Lagaš

  • Mari

  • Ešnunna

  • Eriduh

  • Nippur

  • Umma

  • Uruk


Egipto


En Egipto, el espacio urbano se estructuraba teniendo en cuenta la orientación de los puntos cardinales en dos ejes, Norte-Sur (paralelo al Nilo) y Este-Oeste (el trayecto solar). La ciudad egipcia plantea una organización espacial con arreglo a un orden jerárquico, situando en el centro urbano los templos y palacios. Las calles y los barrios se disponen dentro de una red octogonal donde el agua adquiere un especial protagonismo dentro de la escena urbana.


Al Este del Nilo la ciudad presentaba su mayor actividad. Los egipcios interpretaban, en su cosmovisión, el trayecto del sol como una metáfora del ciclo de la vida. El amanecer, y toda la tierra al Este del Nilo representan al nacimiento, a la vida. El atardecer, y las tierras al Oeste del río, al ocaso de la vida, la muerte. La necrópolis, las pirámides, el valle de los reyes, todos se encuentran al Oeste.


Ciudades del Antiguo Egipto:


  • menfis

  • Tebas

  • Heracleópolis

  • Tanisol

  • Hieracómpolis

  • Alejandría


Grecia


En la antigua Grecia, la cultura se decanta por el pensamiento racional, por la autonomía racional del hombre. Para los sofistas como Protágoras, el hombre es la medida de todas las cosas, por tanto, la ciudad debe de estar también a la medida del hombre. El racionalismo impregna tanto al pensamiento político griego como al filosófico que, en cuanto tal, se inicia en ese momento. El inicio del pensamiento urbano se suele situar por los estudiosos en las ciudades ideales de Platón y Aristóteles. La ciudad es, para Platón, un espacio para la vida social y la vida espiritual y debe estar encaminada a elevar a los hombres a la virtud. Platón diseña hasta tres modelos de ciudades teóricas o ciudades ideales, siendo su característica común la planta circular que muchos autores atribuyen a influencias indoarias en el pensamiento platónico; en concreto, al símbolo mandálico del círculo utilizado por la mitología hindú para expresar la forma del macrocosmos y del microcosmos.


Aristóteles acentúa el carácter político de la ciudad y la define como un conjunto de ciudadanos, de manera que la ciudad no es, en realidad, un espacio físico determinado, sino un conjunto de hombres libres ejerciendo en común sus libertades públicas, siendo el espacio un aspecto secundario. Esta visión política de la ciudad que refleja Platón en su famosa República, responde al modelo de la polis griega (ciudad estado), donde el ágora es el elemento fundamental, el espacio donde los ciudadanos ejercen sus libertades públicas. El ágora se sitúa en la ciudad aristotélica dentro de un recinto circular, es decir, con forma de mándala hindú como en la ciudad platónica, donde los elementos defensivos definen la separación entre vida de la polis y el exterior.


Junto al ágora, destacan en la ciudad griega la relevancia de sus templos, palacios, museos, gimnasios, teatros, parques urbanos, bibliotecas. Todo ello constituye un conjunto armónico que responde a la geometría espacial de la época. Otro elemento importante que aparece en el urbanismo griego es la vía monumental o vía principal de la ciudad, sobre la que se alinean las edificaciones más importantes.


Ciudades griegas:


  • Atenas

  • Esparta

  • Corinto

  • Tebas

  • Mileto

  • Éfeso

  • Argos

  • Siracusa

  • Massalia

  • Cirene


La ciudad romana


Las ciudades romanas fueron herederas del urbanismo griego; de sus criterios de racionalidad, funcionalidad, armonía y orden. Recogieron también la tendencia griega al cercamiento de los espacios y el valor de la perspectiva o visión de conjunto. En la ciudad romana destaca en primer lugar el foro, después los templos y palacios, las termas, los anfiteatros y los circos, así como el arte urbano, que es en Roma más psicológico y extrovertido que el griego, más estético e interiorista.
Pero la aportación romana más original se halla en los campamentos militares, como corresponde al sentido práctico de esta civilización. Hay que distinguir entonces entre la ciudad de Roma propiamente dicha y las ciudades incorporadas al imperio romano, es para estas ciudades que el plan castrense desarrolla una estructura urbana, especialmente pensada para controlar militarmente la ciudad tomada. Estas ciudades sometidas al yugo romano deberán ceder su propia tradición urbana a las condicionantes impuestas por el urbanismo romano, donde se encuentra de forma característica el desarrollo de las dos calles principales, ortogonales con orientación este-oeste (decumano) y norte-sur (cardo) permitiendo el desarrollo del Foro como ensanchamiento del punto de cruce de ambas calles. Estas ciudades se amurallaban y las dos calles en cruz remataban sus extremos exteriores en cuatro puertas de entrada y control a la ciudad. Otro elemento importante en el desarrollo de la ciudad lo constituye el Acueducto, pieza de ingeniería hidráulica que confiere a cada ciudad un desarrollo particular en su morfología y paisaje dependiendo de su acceso, recorrido, necesidades de altura, así como del desarrollo de las pilas o bancos de agua limpia que se repartían por la ciuadad para proveer del líquido a la población.


Ciudades Romanas:


  • Roma

  • Tarraco

  • Augusta Emerita

  • Cartago Nova

  • Vindobona

  • Sarmizegetusa

  • Londinium

  • Mediolanum

  • Constantinopla

  • Narbona


Antigüedad Tardía


La crisis del siglo III es el inicio de la decadencia de la ciudad clásica, en la mitad occidental del Imperio. Las sucesivas invasiones, que se convirtieron en un fenómeno de larga duración hasta el siglo VIII, obligaron a costosas inversiones defensivas, visibles en el amurallamiento (un buen ejemplo son las murallas de Lugo). Junto con otros cambios sociales y políticos internos del Bajo Imperio Romano (rebeliones como las bagaudas), la ciudad decayó en importancia: las élites urbanas procuraron eludir el aumento de la presión fiscal y optaron por la ruralización. Instituciones que constituían el corazón de la vida urbana como los collegia de oficios (similares a gremios) y las autoridades públicas (ediles), sometidos al principio hereditario forzoso para controlar la recaudación de impuestos, son vistos ya no como un honor ventajoso, sino como una carga.


Es el momento en que las villae del campo se hacen más lujosas, y se orientan a la autosuficiencia, lo que no hace sino romper los vínculos que conectaban el campo con la ciudad y la red de ciudades con Roma. Las ciudades, con mucha menos población, ven desaparecer las funciones lúdicas, sociales, políticas y religiosas de sus grandes hitos urbanos (anfiteatros, termas, templos, basílicas), en beneficio de nuevas funciones religiosas en torno a la imposición del cristianismo, nueva religión oficial a partir de Teodosio. El obispo pasa a ser la principal autoridad urbana.


La desaparición del Imperio en el siglo V sólo reforzó una tendencia ya comenzada. La Alta Edad Media en Europa occidental verá el establecimiento de los reinos germánicos. El Imperio de Oriente o Bizantino, en cambio, mantuvo durante todo el periodo una vida urbana más intensa, junto con las conexiones comerciales a larga distancia y una autoridad central.


La arqueología ha venido a matizar la dimensión real de la decadencia de la vida urbana, que las fuentes escritas muestran en todo este periodo con caracteres catastrofistas; demostrando, para el caso de Hispania tardorromana y visigoda, la continuidad de la población de la mayor parte de los núcleos urbanos, con episodios a veces momentáneos de destrucción o desplazamiento, pero también el esplendor relativo de alguna de ellas, o la creación de nuevas en algún momento concreto (Recópolis); y la presencia de elementos de cultura material que implican la existencia de comercio a larga distancia, al menos de productos de lujo, entre Oriente y Occidente.



La ciudad en la Edad Media



La ciudad en la Europa cristiana medieval





Casco medieval de Lübeck.


Toda la cultura europea durante la Edad Media tiene un acusado carácter agrícola. La ciudad medieval es una ciudad amurallada que aparece como lugar cerrado dentro del paisaje agrícola y forestal, sirviendo de fortaleza defensiva y refugio de los habitantes y campesinos del entorno, a la vez que constituye el mercado del área de influencia.


Durante la Alta Edad Media, caracterizada por las sucesivas oleadas de invasiones que se sucedieron hasta el siglo X (germanos, musulmanes, vikingos, húngaros), continuó el proceso de ruralización, que se remonta a la crisis del siglo III y se impone el feudalismo. La principal autoridad en las decaídas ciudades romanas fue la del obispo. En cambio, en la Europa bárbara, a la que no llegó el Imperio Romano, tiene lugar en estos siglos una lenta extensión de las formas propias de la civilización romana-cristiana, y el surgimiento de nuevas ciudades.


En el burgo surgen actividades distintas a las agrícolas, florece una economía monetaria y la especialización de los trabajos (gremios). La ciudad es ahora un marco heterogéneo donde el hombre rural se libera de su dependencia ancestral (servidumbre feudal), gracias al anonimato (Stadtluft macht frei -el aire de la ciudad te hace libre-) y a las posibilidades que ofrece la ciudad como centro de producción de los distintos saberes de la época. Las universidades juegan a partir de los siglos XII y XIII un papel destacado en el desarrollo de la cultura que se refleja en las ciudades, sobre todo en los conjuntos urbanos que aparecen junto a ellas.


Las ciudades más prósperas de la Baja Edad Media debieron su desarrollo al comercio a larga distancia, que reconstituyó sus rutas a partir de las Cruzadas y el avance de los reinos cristianos frente a los musulmanes en la Reconquista española y el sur de Italia (normandos en Sicilia). Eso permitió que ciudades-estado del norte de Italia como Venecia, Pisa y Génova experimentaran un gran auge, y de forma similar otros puertos del Mediterráneo Occidental como Nápoles, Barcelona, Valencia o Marsella.


Constantinopla siguió siendo la ciudad cristiana más poblada e importante, por delante de las más modestas capitales occidentales, de las cuales las mayores eran Roma y París. En el norte de Europa se desarrollaron las ciudades hanseáticas del Báltico y el Mar del Norte (Hamburgo, Lübeck) que llegaban en su influencia hasta el sur de Inglaterra (Londres) y las ricas ciudades de Flandes (Brujas, Amberes); que a su vez se conectaban por el Rin (Colonia, Basilea) y las ferias de Champaña con Milán y el resto de las ciudades italianas.


El control del estrecho de Gibraltar permitió la ruta marítima que conectaba el núcleo italiano con el flamenco a través de Sevilla, Lisboa y los puertos castellanos del cantábrico (Santander, Laredo, Bilbao), conectados a través de Burgos al interior de la Meseta, donde se abrieron rutas paralelas a las de la Mesta (Valladolid, Segovia, Toledo) y las ferias de Medina del Campo.



La ciudad islámica


Como afirma Fernando Chueca Goitia, la ciudad islámica se caracteriza por su carácter privado. Es una ciudad “secreta” que no se exhibe. Una ciudad con un marcado carácter religioso, donde la casa es el elemento central y cuyo interior adquiere tintes de santuario. Las calles de formas irregulares e intrincadas, parecen ocultar la ciudad al visitante. Algo muy particular de la ciudad islámica es que la vida de sus habitantes, transcurre dentro de sus casas.


Las ciudades islámicas suelen estar amuralladas y contienen un núcleo principal constituido por la “Medina”, donde se sitúa la Mezquita mayor y las principales calles comerciales. A continuación se hallan los barrios residenciales y por último los barrios del arrabal, diferenciados por actividades gremiales. Otros elementos de interés de la ciudad islámica son los baños, el zoco y los jardines palaciegos



Ciudades Islámicas Medievales:


  • Córdoba

  • Bagdad

  • Damasco

  • El Cairo

  • Túnez

  • La Meca

  • Medina

  • Granada

  • Alejandría

  • Ubbadat al-Arab


La ciudad en la Edad Moderna



La ciudad renacentista



Las concepciones aristotélicas y platónicas sobre la ciudad permanecerán en el pensamiento urbanístico posterior. Así el auge del pensamiento racional durante el Renacimiento determinó un resurgir de estas ideas. Se trata ahora de una ciudad señorial donde los hombres se dedican a cultivar las artes y las letras, en la que vuelve a resurgir el ágora como centro público donde compartir los conocimientos. Una ciudad donde el arte urbano adquiere un protagonismo importante, cuyas calles invitan al paseo y a la conversación. Los mejores ejemplos de este tipo de ciudades son Florencia y Venecia en Italia.





Buenos Aires en el s. XIX.


Estas ideas influirían notablemente en el urbanismo de los nuevos territorios americanos. En efecto, la conquista de América, iniciada en el siglo XVI, permitió a los urbanistas llevar a la práctica en un territorio virgen las ideas utópicas del modelo griego, construyendo ciudades conforme al planteamiento aristotélico. conforme al modelo político de plaza mayor donde las cabeceras eran ocupadas por la iglesia y el Ayuntamiento o concejo y en los laterales las casas de la gente principal (cuando eran de nueva planta y no se asentaban sobre la edificación prehispánica).


Ciudades Renacentistas:


  • Venecia

  • Florencia

  • Roma

  • Pisa

  • Milán

  • Nápoles

  • Úbeda

  • Baeza


La ciudad barroca


En el barroco se produce un cambio radical en el modo de entender la ciudad. El espíritu de la “ciudad-estado” cerrada en sí misma que de un modo u otro había subyacido en la ciudad medieval y en el Renacimiento, desaparece para dar paso a la ciudad capital del Estado. En ella, el espacio simbólico se concibe subordinado al poder político, cuyo papel sobresaliente tratará de destacar la arquitectura urbana mediante un nuevo planteamiento de perspectivas y distribución de espacios. Los elementos formales cobran fuerza frente al carácter humanista de la polis griega.


Ciudades Barrocas:


  • Madrid

  • Roma

  • París

  • Viena

  • Valladolid

  • Ciudad de México

  • Puebla de los Ángeles

  • Lima

  • Quito

  • Ronda


La ciudad industrial


Ya en el siglo XIX, los llamados utopistas (Saint-Simón, Fourier, Godin), en cuyo pensamiento subyacen los modelos utópicos de los griegos, intentarán llevar a la práctica sus planteamientos ideales, en contraposición a los urbanistas más funcionales y operativos que dieron lugar a la moderna disciplina urbanística.


A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el funcionamiento del sistema económico mundial experimenta una serie de cambios, cuya influencia se hará sentir sensiblemente en la nueva imagen que adquirirán las ciudades europeas.


El proceso colonial y la consecuente apertura de nuevos mundos amplían la geografía económica de Europa y hacen surgir un nuevo modo de entender la actividad empresarial. Nacen ahora fenómenos de concentración industrial, que requieren de nuevas técnicas de gestión empresarial tendentes a reducir gastos corrientes, todo ello en un marco productivo mucho más amplio, basado en la obtención de nuevas fuentes de energía, el transporte, la división del trabajo y la mecanización, donde las funciones directivas y el volumen de actividades comerciales y financieras adquieren una enorme importancia.


Resulta ahora necesario poner al servicio de la producción nuevos medios tecnológicos, nuevas condiciones de accesibilidad y, sobre todo, una nueva distribución del espacio.[1]​ La entrada en escena de la energía eléctrica favorece el surgimiento de las coronas periféricas de las ciudades, cuyos suelos vacantes son ocupados por los nuevos asentamientos industriales y laborales, dando lugar a una nueva concepción de separación espacial entre producción y gestión.


La población urbana se distribuye formando arcos más o menos amplios en torno al núcleo urbano, en un movimiento centrífugo. En el arco exterior se sitúan las crecientes masas residenciales, constituidas por la nueva mano de obra inmigrante para la industria. Son los “barrios obreros”, típicos de los extrarradios de las grandes ciudades, densamente poblados, con escasos servicios y en general con pocas condiciones de habitabilidad. En estos barrios se concentra la masa laboral, que comparte la periferia con las grandes e insalubres instalaciones industriales.


En este modelo radial de ciudad, los espacios centrales van a alcanzar inusitados valores de posición. En efecto, al mero aprovechamiento urbanístico del suelo, es decir, a la posibilidad de construir o edificar en el mismo, se va a añadir ahora un nuevo valor: la renta inmobiliaria asociada a la posición del suelo. Este valor añadido permitirá al capital asegurar la estabilidad del beneficio a largo plazo.


Hasta la llegada de la Revolución industrial la intervención de los poderes públicos en el campo urbanístico había sido muy limitada, en su mayor parte se trataba de medidas orientadas a la sanidad y a la reglamentación de las edificaciones situadas en los conjuntos monumentales o en áreas centrales de la ciudad. Ahora, el nuevo entramado de intereses nacido al amparo del “desarrollismo industrial”, convertirá al urbanismo en una trama social y política,[2]​ donde los poderes públicos tendrán que intervenir para reducir las tensiones que se generan en este campo cada vez más conflictivo.


Estos elementos fueron los que provocaron un cambio profundo en todo lo referente a la morfología urbana de las principales ciudades, creando espacios completamente diferentes y que llevaron en pocas décadas a la búsqueda de soluciones reformatorias[3]​ en el marco de las teorías políticas del utilitarismo, en especial en el Reino Unido, que proporcionarían una preocupación cada vez más grande en la ordenación urbana de las ciudades, y en los efectos a nivel sanitarios que estos grandes cambios.


Nacen así elementos indispensables en las grandes ciudades industriales: Un sistema eliminación de las aguas negras, uno de distribución de agua potable, y otro de transportes dentro una misma ciudad.


El agrupamiento de las fuerzas obreras, consecuencia de la propia concentración fabril, favorece la conciencia de clase y la demanda social. Esta fuente de conflicto dentro de un medio urbano creciendo sin control, pone en peligro el binomio empresa-territorio. Es necesario, por lo tanto, recurrir a la intervención de entes administrativos públicos para solucionar los nuevos problemas urbanos, mediante medidas de organización administrativa del territorio.


Ciudades Industriales:


  • Londres

  • Nueva York

  • Chicago

  • Mánchester

  • Lieja

  • Erfurt

  • Monterrey

  • Dresde


Las teorías utopistas




Plano Piloto de Brasilia. La capital brasileña fue concebida para hacer realidad las teorías del urbanismo utopista.


En 1898 Ebenezer Howard publica sus teorías acerca de la ciudad jardín, que influiría poderosamente en el urbanismo de los Estados Unidos. El modelo que propone Howard pretende aglutinar todas las ventajas del campo con las de la ciudad, evitando los inconvenientes de ambos. Se trata de una ciudad en equilibrio, donde se compatibilizan actividades agrarias e industriales en un medio ambiente cuidado que favorece el estudio intelectual y la vida sana. Los principios colectivistas en los que se inspira, en la línea del socialismo utópico imperante en aquellos años, se ven compensados en la ciudad jardín por la preferencia hacia la vivienda unifamiliar propia de las capas medio-burguesas.


Las ideas de Howard nacen en un contexto donde la producción urbanística estaba ya muy madura. En el Reino Unido habían visto la luz durante la segunda mitad del siglo XIX movimientos a favor de los parques urbanos, se habían creado barriadas de iniciativa pública, existía ya una prolija legislación en materia sanitaria y de reforma de la viviendas, habiéndose establecido formas de control del crecimiento de las ciudades industriales, de la calidad de los edificios, normas sobre estética, volúmenes, etc. De hecho, la propuesta de Howard de fusionar la ciudad y el campo en una ciudad jardín tuvo una amplia acogida en las clases medias burguesas, que vieron con satisfacción la aplicación de los ideales colectivistas del socialismo reformista de la época, compatibilizadas con la defensa de la “privacidad” materializada, como se ha indicado, en la vivienda unifamiliar. La ciudad jardín se plantea no sólo como una inversión ventajosa en el plano social, sino también como un proyecto financieramente rentable. Apoyada en el transporte que proporciona la accesibilidad, la ciudad se asienta en terrenos agrícolas comprados a bajo precio. Las plusvalías que genera la urbanización redundan directamente en el patrimonio de la comunidad, con objeto de que ésta controle el destino de los beneficios inmobiliarios.


Otras aportaciones interesantes al urbanismo contemporáneo por parte del Reino Unido fueron las ideas de Raymond Unwin sobre planificación periférica de las ciudades, que intentan armonizar residencia unifamiliar y paisaje en un conjunto orgánico y naturalista. También es significativa la aportación de Patrick Geddes, que traslada al campo del urbanismo las teorías del evolucionismo biológico. Geddes entiende la ciudad como un organismo en crecimiento permanente. Para este autor la ciudad tiene una “naturaleza”, un “alma de la ciudad” al estilo de los naturalistas.


En España, donde la actividad urbanística ha sido mucho más escasa, irrumpe la figura de Arturo Soria como caso aislado y excepcional. Este autor español planteó su idea de ciudad lineal y dio lugar a la creación de un movimiento urbanístico de amplia influencia en toda Europa. Dicho movimiento se aglutinó en torno a la Revista La Ciudad Lineal dirigida por el propio Arturo Soria y cuya publicación se inició en 1897. La ciudad lineal puede crecer todo lo que se quiera en sentido longitudinal, desde Cádiz a San Petersburgo, decía su autor, es la anchura la que delimita el crecimiento, con el fin de asegurar una distancia adecuada y constante desde cualquier punto de la franja, al eje dorsal de las comunicaciones.


En definitiva, es en el siglo XIX cuando el urbanismo se convierte no sólo en una corriente de pensamiento científico, sino, y sobre todo, en una técnica para la distribución de los espacios públicos y privados, y de los usos o actividades que pueden en ellos desarrollarse. Obviamente, estas técnicas tenían que acabar teniendo un contenido jurídico para poder ser impuestas, así que su evolución dio lugar al Derecho urbanístico actual, compuesto de normas jurídicas y figuras de planeamiento que regulan el ejercicio del derecho de propiedad y disciplinan la actividad urbanizadora y edificatoria sobre el suelo.


Ciudades Utopistas:


  • Letchworth

  • Weimar

  • Ciudad Lineal


La ciudad contemporánea





Nueva York.


El vocablo ciudad viene del latín “civitas” y de la palabra “civis” (ciudadano), es decir, la ciudad como ciudadanía. Este es el sentido de ciudad que, en el siglo XX recupera el ensayista Ortega y Gasset, autor que ha tenido una notable influencia en la ciencia social española. Ortega parte de la distinción entre ciudad y naturaleza de manera similar a los clásicos griegos que distinguían entre la polis y el incivilizado mundo exterior, y pone el acento en la ciudad política, donde el centro de gravedad se sitúa en la plaza, espacio público característico de la ciudad mediterránea favorecedor de las relaciones sociales cuyo origen se encuentra en el ágora griega.


En la actualidad, el término ciudad no está exento de polémica, siendo definido según la disciplina o el autor que lo acometa. En su acepción vulgar, el término hace referencia a aglomeraciones humanas que realizan actividades distintas de las agrarias. Aquí, la distinción entre ciudad y campo, de amplia tradición en el pensamiento urbanístico, se establece en función del tipo de actividades. Por un lado están las actividades relacionadas directamente con la agricultura que se desarrolla en los núcleos rurales y, por otro, las actividades distintas de las agrarias (industria, servicios, etc.) que tienen lugar en los núcleos urbanos donde las relaciones humanas son más refinadas y complejas, y el aparato administrativo del Estado está más cerca del ciudadano.


La Geografía humana, a la hora de estudiar el fenómeno urbano, pone de relieve aspectos como la organización social, los índices de población, el tipo de cultura o la especialización funcional. Por su parte, la Sociología, sin desdeñar estos elementos, centra el estudio de la ciudad en el tipo de relaciones sociales que se desarrollan dentro del entorno urbano, los estilos de vida que tienen lugar en este entorno y, en definitiva, en las causas que dan lugar a las transformaciones o cambios sociales que se producen en el mundo urbano. Desde la óptica de la Psicología y de la Antropología se atiende fundamentalmente a las conductas, a las prácticas sociales y a las influencias del ambiente urbano en la vida psicológica de las personas.


Hoy en día, hay autores que critican el discurso urbanístico construido durante los dos últimos siglos, al que achacan una excesiva tecnificación y funcionalidad al servicio de la rentabilidad. Ello es consecuencia, según esta corriente crítica, del aislamiento que la disciplina urbanística ha tenido respecto de la política y del debate público. Para estos autores, las ideas utópicas que impregnaron el pensamiento marxista en sus inicios, durante la Primera Internacional, sustentadas fundamentalmente por los pensadores anarquistas como Bakunin o Proudhon, se vieron relegadas al olvido debido a la escisión que tuvo lugar entre comunistas y anarquistas a partir de la Segunda Internacional.



Cité



En el período antiguo


La cité es un término que designa desde la historia Antigua y la Edad Media un grupo de hombres libres que constituyen una sociedad política independiente teniendo su gobierno, sus leyes, su religión y sus costumbres propias. Por extensión, aquel término es igualmente aplicado a la designación de la ciudad donde aquellos hombres se reúnen y tienen culto y territorios de aquella ciudad, es decir tierras pertenecientes a los hombres constituyendo aquella ciudad. Los textos griegos antiguos no usan nunca, por ejemplo la palabra "Atenas" en política: contienen siempre una expresión del tipo: "los Atenienses declaran la guerra" o bien «los Espartanos invadieron las tierras de los Atenienses», o bien «la flota de los Atenienses».


En algunos casos, finalmente, la palabra puede señalar un barrio de la ciudad, el más antiguo para París, Londres o Carcasona, o bien un barrio social reciente, generalmente en la periferia de la ciudad.


En el contexto galo-romano, una ciudad (civitas) corresponde a varias definiciones:


  • Se habla de "cité" para definir el territorio geográfico de un pueblo galo; se habla entonces de la ciudad de los Eduenses, de la ciudad de los Segusiaves. La cabeza de aquel territorio se llama capital de ciudad, "Forum Segusiavorum"; Feurs en el departamento de la Loire, fue capital de la ciudad de los segusiaves.
  • Se habla igualmente de ciudad para hablar de lo que se podría comparar a ciudades. Afuera de las capitales de ciudad, se usa más habitualmente para marcar la diferencia con el territorio de un pueblo galo, de aglomeraciones segundarias para las otras ciudades de una "cité".


En la Edad Media


En un contexto de Edad Media, la ciudad (civitas, raramente urbs) correspondía a una realidad distinta del entorno urbano. Estaba opuesta al suburbium. Por regla general, en los alrededores del siglo IV, las ciudades antiguas han conocido una retractación de su dominio espacial a dentro de un sector fortificado (el castrum), que contenía los centros políticos (forum, curia...) y religiosos (catedral, residencia episcopal), a veces la sede de la autoridad civil. Las ciudades han visto su superficie mermar a veces de manera drástica: Senlis 7 hectáreas, Tours 6 hectáreas, Clermont 3 hectáreas; aunque algunas ciudades hayan conservado un dominio fortificado desmedido en relación a su población: Tréveris 285 habitantes, Maguncia 120 habitantes, Toulouse 90 habitantes, Metz 70 habitantes, Reims 35 habitantes, Burdeos 30 habitantes....


Un excelente ejemplo de la ciudad medieval es la ciudad de Angers, dónde la muralla del Imperio Bajo ha sido edificada al final del siglo III o al principio del siglo IV, cercando un sector incluyendo la catedral, la residencia del obispo, el forum antiguo (mencionado en funcionamiento por las Fórmulas de Angers del siglo VI y probablemente un centro de poder - el conde de Angers residía allí muy antes de 851. La ciudad de Angers ha formado el núcleo del desarrollo urbano, alrededor del cual los barrios se han desarrollado. El conjunto ha quedado como una entidad a parte en la ciudad (barrio canónigo de la Catedral San Mauricio en la Edad Media), todavía hoy.



Hoy día


Término señalando una zona urbana o bien "un gran conjunto" creado las más de las veces en los años 60 en el cuadro de las Zonas para urbanizar en prioridad ZUP con el fin de responder a la crisis del alojamiento, en la periferie de las grandes ciudades, y aquello, en una arquitectura nacida de un proceso industrial.


Las distintas políticas de urbanización desfallecientes y la acumulación de personas con ingresos modestos en aquellas zonas (debida a la salida de las clases medias en los años 70), han generado zonas donde la pobreza y el paro son endémicos, la ausencia de transportes en común eficaces y de oportunidades reales de empleo, son un mantillo propicio para formar guettos en estas zonas urbanas.


Los términos de "téci" y de "ticé"(1), originarios del verlan, son los más empleados por los jóvenes habitantes de aquellas zonas urbanas en Francia, estigmatizadas por los medios de masas como terreno propicio a la economía subterránea, ocasionada en compensación de un empleo real, o a cualquier perspectiva de futuro para las personas viviendo en estas ciudades.


El término "cité" se opone al de "ciudad" en su semiología y tiene una connotación a menudo negativa en el lenguaje corriente.



Sociología de la ciudad hoy: indicaciones bibliográficas



  • Joëlle Bordet, Les "jeunes de la cité", PUF, 1999: resultados de una búsqueda llevada entre 1987 y 1993 sobre la vida de los adolescentes en los barrios de tipo social de un suburbio parisiense.

  • Colectivo, Aux marges de la ville, au cœur de la société: ces quartiers dont on parle, L'Aube, 1997 (publicación coordinada por Anne Querrien): compte rendu de un programa de búsqueda llevado en 7 sitios en procedimiento Desarrollo de Barrios o en convención de barrio del Xo e Plan y fundamentado dos tipos de acercamiento: de una parte, el estudio de las representaciones colectivas y de las percepciones individuales.


  • Liane Mozère y al., Intelligence des banlieues, L'Aube, 1999: diversas contribuciones para analizar las prácticas del vecindario alejándose de los acercamientos acostumbrados que ponen de relieve los conflictos, los fallos de funcionamiento, hasta la anomia, que se suponen, reinan completamente en aquellos barrios citados, según los casos, desfavorizados, "sensibles" o bien "difíciles".

  • Charles Rojzman, La peur, la haine et la démocratie, Desclée de Brouwer, 1999: apoyándose sobre años de trabajo en barrios populares, el autor propone acá las condiciones de elaboración de una inteligencia colectiva: hacerse encontrar los que se ignoran o ya no saben comunicar de otro modo si no sólo por la violencia, escuchar sus palabras y descubrir el cambio posible detrás de la expresión del miedo y del odio.

  • Michel Anselme, Du bruit à la parole. La scène politique des cités, l'Aube, 1999: los habitantes de los barrios los más difíciles son capaces de tomar la palabra, de participar a la gestión de su cuadro de vida, siempre que se pueda poner en marcha los dispositivos adecuados.


ver igualmente sociología urbana.


Véase también


  • Ciudad

  • Tasa de urbanización

  • Lista de ciudades más grandes del mundo

  • Lista de ciudades más grandes de Latinoamérica

  • Ciudad colonial española

  • Población estimada de ciudades históricas

  • Ciudad global

  • Conurbación

  • Ciudades gemelas

  • Área Metropolitana

  • Lista de áreas metropolitanas por población

  • Lista de áreas metropolitanas de la Unión Europea

  • Megalópolis

  • Aglomeración urbana

  • Aglomeraciones urbanas en la Unión Europea

  • Sociedad Internacional de Historia de Planificación


  • La Cité, arrondissement de la ville de Québec (Québec), Canadá


  • Polis: la cité grecque.


Referencias



  1. "El urbanismo constituye una parte de la política necesaria para concretar todos los programas operativos[...] para mejorar la distribución de la actividad humana en el territorio es preciso mejorar las relaciones económicas y sociales de las cuales depende dicha actividad; por lo demás no basta con mejorar las relaciones económicas y sociales para que las espaciales queden automáticamente corregidas, pero la modificación de las relaciones espaciales es uno de los modos, inseparable de los demás, para lograr el equilibrio general que es el fin de la acción política." (Leonardo Benévolo, Origen del urbanismo moderno, 1992, p.10)


  2. "El urbanismo no es solo un intento de representar en forma visual esas alternativas, traduciendo sus instancias en organización de los espacios, sino que ademas se ubica de manera concreta como uno de los factores que colaboran en una construcción de una comunidad democrática. Así pierde la aparente posición de alejamiento respecto de los conflictos sociales[...]; No apunta ya hacia una forma perfecta que es preciso realizar de una sola vez, sino a una serie de modificaciones parciales, hacia un razonable compromiso entre las fuerzas en juego, que debe renovarse continuamente según su movimiento reciproco." (Leonardo Benévolo, Origen del urbanismo moderno, 1992, p.55)


  3. "Las soluciones ofrecidas al problema de la ciudad moderna son abstractas y esquemáticas, pues carecen de una valoración realista de los vínculos existentes entre el programa urbanístico y el desarrollo general de las relaciones económicas y sociales, por lo que facilitan la ilusión de que el ordenamiento urbano y el ordenamiento sociales identifican entre sí, de que el segundo puede ser construido con los ritmos y los métodos del primero." (Leonardo Benévolo, Origen del urbanismo moderno, 1992, p.113)



Bibliografía adicional


  • Ladero Quesada, Miguel Ángel (1989). La ciudad medieval (1248-1492). Universidad de Sevilla. Secretariado de Publicaciones.

Enlaces externos



  • Esquema sobre autores y tendencias de la historiografía urbana. ISBN 978-84-7405-429-3. 


  • «El tipo de ciudad en que queremos vivir está ligado al tipo de personas que queremos ser» (Entrevista a David Harvey). Periódico Diagonal. 12 de marzo de 2013. 

  • Cambios en la morfología urbana en las ciudades industriales



Ana Maria Mejia Ramos







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